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Escribe tonterías, pero escríbelas bien

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¡Buen día, burrilectores!

Este post va super breve... bueno, no tanto. Es producto de haber estado leyendo muchas novelas y demás textos de escritores principiantes, noveles, aficionados o como desee etiquetárselos.




A todos ellos les digo: ¡basta de escribir tanta tontería!

Y paso a explicarme

Aquí, el asunto que interesa al arte literario, no es exactamente el asunto, el tema o la historia que quieras contarnos. ¡No! Puedes escribir sobre el Imperio romano, sobre tu abuela haciendo la comida o sobre el chico que conociste en una de tantas noches madrileñas... ¡hasta de tus zapatos tan monos!








Este cuento de Gabriel García Márquez es recomendadísimo

Lean mi post AMOR, SANGRE Y MUERTE EN EL CARIBE








Lo importante del trabajo de escritura es el modo o la forma cómo te expresas: con orden, originalidad, respeto por las normas ortográficas y de redacción, uso de vocabulario, etc. Pues la literatura es el arte de la palabra... ¡de la palabra!... no de la historia, del diseño de portada, etc.


Así que, por favor, dejen de mezclar en una sola novela: 
romance, intriga, humor, drama..., que lo único que lograrán es darnos arcadas.


Dejo un ejemplo tan sencillo como brillante, de la pluma de Julio Cortázar. Fíjense que al argentino  -aunque nacido en Bélgica- se le ocurrió escribir sobre... ¡la línea de la mano! Y, por si fuera poco, lo hace a través de un microcuento. Pero lo hace tan, pero tan bien, que termina por dejarnos con las ganas de saber cómo terminará. Disfruten y aprendan:

De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el piso de parqué, remonta el muro, entra en una lámina que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito, pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor y allí (pero es difícil verla, sólo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor y en una cabina, donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hacia el codo y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en ese instante empieza a cerrarse sobre la culata de una pistola.

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