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SOBRE CÉSAR VALLEJO

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Caricatura de Walter Toscano
De César Vallejo han hablado todos y de todo, formándose a su alrededor las más variopintas interpretaciones, estereotipos y clichés. Así, hay quienes lo consideran romántico, posmodernista, indigenista, marxista, existencialista, místico, etc. No niego que algo de razón puedan tener estas posiciones, pero creo que revelan un inadecuado acercamiento al pensamiento e intenciones del poeta. 

 
En primer lugar, debemos considerar que Vallejo, antes que narrador, ensayista, teórico, crítico o periodista, es un gran poeta. La mejor defensa de su pensamiento la ejerce a través de los versos y la continua lucha contra la palabra limitante. En segundo lugar, la obra vallejiana se presenta como circular, cíclica, pues a través de Heraldos Negros (HN), Trilce (T) y España, aparta de mí este cáliz (EAC), se repiten las mismas obsesiones heredadas de la poética romanticista y del Siglo de oro español: la muerte, el dolor, la existencia humana, el número, la madre, etc., son temas y obsesiones que se presentan como el cimiento o el núcleo de la obra poética, dotándole de unidad y reapareciendo de manera constante desde el primer hasta el último libro.
De todas estas preocupaciones, la principal, nuclear y reiterativa es la angustia; angustia ante el mundo, ante la existencia misma que se presenta aterradora y sobre la cual el hombre tiene el doloroso deber de encontrarle sentido. Y este sentido será, para el poeta, producto de un ejercicio del espíritu, de la capacidad de la inteligencia por penetrar la realidad cotidiana, de allí que Vallejo realice una especie de metafísica vital a través de sus poemas.
La temática y la evolución de la obra vallejiana de lo individual a lo social, de la preocupación por la existencia a la preocupación por la historia es, más bien, aparente. Las obsesiones primordiales no evolucionan, son inmóviles. Su adhesión al marxismo, al Partido comunista, al ultraísmo, al surrealismo, etc., obedece más bien a una necesidad y obligación expresiva y contextual, que a un convencimiento ideológico, pues, tal como lo señala en Contra el secreto profesional (1927), sus intenciones son otras:
Hay un timbre humano, un latido vital y sincero, al cual debe propender el artista, a través de no importa qué disciplinas, teorías o procesos creadores. Dése esa emoción seca, natural, pura, es decir, prepotente y eterna y no importan los menesteres de estilo, manera, procedimiento, etc.

Estas ideas son clave, por ejemplo, para entender la relación de Vallejo con el marxismo y el comunismo: cumplió con sus deberes de camarada en la práctica y en parte en su prosa, pero no pudo intentar siquiera acomodar su poesía –que es la que interesa- a las exigencias del Partido comunista, mostrando en su desarrollo claros contrastes con el dogma marxista y leninista.
Tal como he señalado, Vallejo tiene un objetivo que se desarrolla a lo largo de su obra: encontrar respuestas, calmar su angustia. Los Poemas Póstumos y España, aparta de mí este cáliz cierran el círculo iniciado desde el primer verso de Los heraldos negros.

Finalmente, los aspectos brevemente examinados permiten descartar, por inadecuadas para la comprensión y enseñanza de la obra vallejiana, todas las interpretaciones que no tomen en cuenta la totalidad unitaria de la obra misma y que abultan desmesuradamente algún aspecto particular de la poesía de Vallejo en detrimento de su significación originaria y total. Las interpretaciones indigenistas, socialistas, religiosas, marxistas, etc., son forzosamente parciales.

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