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La derrota del silencio en Revista Levántate

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Un tarde, visitando el museo Louvre, en París, escuché, entre el murmullo de los miles de paseantes, el cantarín dejo de un compatriota piurano. Un simple «gua» entonado con asombrosa dulzura causó en mí una inmediata nostalgia por los años vividos en mi natal Catacaos, en Perú. Una sola palabra me retornó a los partiditos de fútbol hasta el anochecer, al cebiche de las vivanderas en la carretera a Sullana, a los carnavales, la Semana Santa… Esa sola palabra cobró vida por sobre el ruido, por sobre otras voces en idiomas que no reconocía. Mi compatriota, seguramente, fue ignorante de todo lo que había ocasionado en aquel momento.

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