En el vino está la verdad

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Pezas da portela,
¡buenísimo!


En el vino está la verdad

(Lectura solo para bebedores)

      He disfrutado de VINORO en los espectaculares salones del hotel WESTING PALACE, en pleno centro de Madrid. Aquí mis reflexiones.


    
 Estas semanas también han sido excepcionales en cuanto a los momentos de reflexión que, entre copa y copa, me permitieron afinar aún más ese Don de la ebriedad que tan brillantemente exaltó el poeta zamorano y buen bebedor Claudio Rodríguez. Como bien dijo Plinio el viejo (o eso dicen que dijo): In vino veritas, esto es, en buen castellano, "en el vino está la verdad". Y no andaba muy desencaminado el sabio latino, pues algo de epifánico tiene este zumo de uvas que no tienen otras bebidas espirituosas. No por nada Claudio Rodríguez, en una de las mejores anagnórisis que se han escrito, definió el estado de embriaguez como un don (perdonen la ligereza del comentario):


Y, sin embargo —esto es un don—, mi boca
espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola
mortal como el abrazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja. (vv. 20-24)

    Y es que en una copa de vino está el Tiempo, en mayúsculas metafísicas. Y no cualquier tiempo, sino el tiempo vital, histórico y narrativo, que permite coordinar -en un "todo" con sentido- el pasado y el futuro en el éxtasis de la cata, o sea, de la degustación en el presente, bajo el predominio de los aromas y sabores que nos retornan a la memoria lo "ya vivido". Esta epifanía pone ante nuestra mirada nuestra propia vida y nuestro propio rumbo. "¿Quiénes somos?" y "¿Hacia dónde vamos?" son preguntas que siempre requieren nuevas respuestas.


"Me gustaría ser todo de vino y beberme yo mismo".
Don Cristobal en "El retablillo de don Cristobal" de
Federico García Lorca

    Lo maravilloso del acto de catar es que integramos a nuestra actualidad vital el sacrificio de la uva, que no muere, sino que se transmuta en el preciado líquido, para luego formar parte de nuestro ser corporal. ¡Una sola gota de vino es capaz de soportar todo el edificio del recuerdo!, ¡de nuestros íntimos recuerdos! 

Contino, buen vino de la Rioja

    Catar el vino me ha permitido "detener" el tiempo y repensar-meditar cada acto constitutivo de mi historia intrapersonal. Detenerse a contemplar, a respirar el aroma del vino y a degustar "su" historia es un lujo que muy pocos sabemos aprovechar. ¡Ahora entiendo estos enigmáticos versos de César Vallejo! Son un reclamo al Tiempo de nuestro propio tiempo. Aquí la palabra clave es "testar":
Quién hace tanta bulla, y ni deja
testar las islas que van quedando. (Trilce, I, vv. 1-2)




 Esta revelación del ser en el tiempo -perdonen el espíritu heideggeriano- en la contemplación ha sido bien explicada por el filósofo coreano Byung-Chul Han, cuyo libro El aroma del tiempo (Herder, 2009) recomiendo leer sí o sí en estos tiempos que corren tan deprisa (adviertan las "notas" vitivinícolas):
Solo cuando uno se detiene a contemplar, desde el recogimiento estético, las cosas revelan su belleza, su esencia aromática. Se componen de sedimentos temporales que fosforecen. (p. 75)







   Esta última cita me trae a la memoria la genial escena final de la película Ratatouille (2007), aquella donde el ratoncillo le sirve al crítico culinario un sencillo plato de Ratatouille, pequeño y breve, pero intenso hasta las lágrimas. Aquí la palabra clave es "degustar": Ratatouille y el crítico.








     Durante estas semanas me he dado un respiro y he podido admirar la conjunción de la vida y la muerte en una copa, del devenir y de lo estático, una experiencia tan intensa como este conocido haiku de Matsuo Basho. En tres versos y gracias al poco llamativo salto de una rana, el poeta japonés nos descubre la íntima unión entre todos los elementos constitutivos del universo:


El viejo estanque

Salta la rana

Sonido del agua


¡Salud a todos y a degustar la vida, que es una! 

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